domingo, 1 de julio de 2012


Mis aflicciones me hacen extrañar la forma en la que me sentía con vos, esa tranquilidad que el mar tiene en días de calma. Y si bien de vez en cuando perdíamos el control, siempre conseguíamos la forma de arreglarlo por nuestros propios medios, de llegar a buen puerto, sonreír y reirnos del dolor. Saber que estabas vos, me hacía sentir útil por así decirlo. Me llegué a creer importante para alguien al menos. No infaltable, pero si necesaria. Y si bien, siempre te dedicaba todo de mi persona (hasta los últimos pensamientos en la noche) se que para vos no era tan así. Me imagino en tus días como un buen apoyo que, como cuando uno crece y deja las rueditas de la bicicleta, dejaste de necesitarme. Era evidente que el reloj era una mera idea de cuenta regresiva en mi cabeza. Tarde o temprano sucedería. Pero cuando se trata de despedidas nunca es lo suficientemente tarde para decir 'adiós'. Uno siempre espera que el reloj se detenga, que algo haga que las cosas sigan su ritmo apasiguado, que uno no vea llegar esas señales que nos hacen saber que algo termina. Uno quisiera que con un 'hasta pronto' baste, para no terminar, para que no duela demasiado (más de lo aguantable) la despedida... 


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Siempre voy a esperarte...


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