lunes, 9 de julio de 2012

 Cuando te escribo, me voy, me ausento donde esté porque me encargo de concentrarme en vos, en los pocos minutos que ya te dedico. Si de algo me culpo es de no poder retenerte un poco más. De no poder ser tan egoísta como vos, de decirte, de obligarte a quedarte como vos lo hiciste al irte, obligándome a encontrar razones, a seguir sin vos. No te gastaste en preguntarme que pasaba en mi vida, sólo tuviste que abrir la puerta de mi corazón y cerrarla tras tuyo. Y para serte sincera, nada me costó más que dejar de lado lo que me unía a vos, quizás porque eras lo único que tenía, mi sostén. No hablo de olvido porque como bien sabes, no creo que exista tal cosa, ni que el ser humano tenga la capacidad de olvidar. No borramos, almacenamos. Y si bien, querría poder hacerlo, es teóricamente imposible y mucho más con vos. Cuando leo ciertos libros, te encuentro. Muy a menudo te encuentro en las canciones, en frases y en momentos en que desearía que estuvieras, que nunca te hubieras ido porque yo se que vos sabes que te necesito pero te empeñaste en creer que es lo mejor para mí, cuando en verdad, lo mejor pudo pasarme fue tenerte, haberte encontrado y haber reconocido que todo lo que necesitaba, todas aquellas cosas que me complementaban, estaban en vos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario